INQUIETUDES
1.- El éxito
2.- Analizando la violencia
3- El defecto moral más común y grave
4-¿Por qué el dolor humano?, ¿Qué sentido tiene?
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ANALIZANDO LA VIOLENCIA
La violencia y la
agresividad están generalizadas, hoy en día, por todas partes, en las más
sencillas familias, en los grupos más serios y formales, en todas partes, surge
el violento que rompe con las reglas del buen vivir. Todos pensamos que son
seres rebeldes y que como fieras, hemos de apartar de la sociedad, nos gusta
dar una buena imagen, ser precavidos, y vamos a la procura de un mundo mejor,
pero para ello, todos tenemos que poner de nuestra parte.
El violento lo es
porque hay algo que lo incomoda, que lo altera y que lo saca de quicio, y cabe
al humilde procurar no violentarle, por el contrario adivinar y esmerarse en la
forma de cómo tratarle para que lejos de alterarse, se calme encuentre el
lenitivo para que no sufra su espíritu, que la mayoría de las veces, es
portador de enfermedades adquiridas en el pasado, donde sufrió el asedio de
otros espíritus, y la forma de defenderse es la agresividad, es un escape para
su alma que no puede soportar con normalidad lo que le revela, le altera.
La gente está llena de
frustraciones, miedos, rencores, envidias, celos… y todo ello les produce un
carácter violento, a veces poco distinguible, a veces confundido entre una
maraña de contenciones sociales o morales, que explotan cuando menos espera.
Violencia y ceguera, la de la ignorancia, pero no la ignorancia del simple, del
que es campechano y tiene poca ciencia, sino la ignorancia del que se cree
valedor, inteligente, con razón. Esta ignorancia del orgulloso es terrible,
carga de odio y violencia todo aquello contra todo aquello que es diferente o
que le discute o que no se doblega a su ego.
El hombre es violento
en todas partes, en casa, en el trabajo, en el instituto, en los centros
comerciales, en la calle, en los medios de transportes, en sus iglesias, en su
creencias, en la política, todos sus actos están cargados sino siempre en dados
momentos de violencia. Generalmente la violencia se muestra en arrebato,
violencia en ataques, y violencia enquistada, como una peste y contagiosa
habitualmente.
La violencia puede ser
combatida, todos podemos hacer a nuestro alrededor un mundo mejor, y es
aprendiendo a amar a nuestros semejantes, sobre todo aquellos que nos alteran,
que nos sacan de quicio con su forma de actuar, si aprendemos a ser tolerantes
con ellos, la violencia para con ellos desaparece, recordando las palabras de
Cristo “Si ninguna piedra que te lancen llega hacerte herida” .
Las semillas de la
violencia se siembran y cultivan en la infancia, se desarrollan durante la
adolescencia y empiezan a dar sus frutos malignos pronto en la edad adulta. La
experiencia que más nos predispone a recurrir a la agresión despiadada es haber
sido repetidamente objeto o testigo de crueldades durante los primeros quince
años de la vida.
En nuestros días, la
violencia es uno de los problemas más preocupantes, aunque en realidad bien es
verdad que, que la búsqueda de la convivencia pacífica es una característica natural
que abunda en los seres humanos y que nos ayuda a sobrevivir, a evolucionar y a
mejorar nuestra esperanza y calidad de vida. Ninguna sociedad puede perdurar
sin que sus miembros estén continuamente ayudándose unos a otros.
Esta grave dolencia
humana, en general, está disminuyendo. Nadie que se tome la molestia de
examinar los índices de violencia en los últimos 70 años podrá evadir el hecho
cuantificable de que en la actualidad está menos extendida que nunca. Este dato
reconfortante se debe a que la posición de los niños en la sociedad ha mejorado
radicalmente, la mujer en un gran número de naciones ha dejado de ser una
propiedad del hombre, y las democracias han proliferado. Un aviso: es
importante no confundir las noticias de sucesos aberrantes que plagan los
medios de comunicación –conscientes de nuestra proverbial atracción por
las historias de tragedias– con la vida cotidiana.
Procuremos en la parte
que nos corresponde ser bondadosos, hagamos de nuestro mundo, un mundo mejor,
ya con eso contribuiremos al bien general, pues estemos convencidos que el
mejor emprendimiento al que podemos contribuir es a la procura del bien común.
- Merchita-
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El defecto moral
más común y grave
Sin duda alguna, entre los más graves esta el Egoísmo, porque supone una falta de sensibilidad que incapacita a quien lo tiene para poder llegar a amar. Este defecto, como todos los demás defectos morales, es un monstruo horroroso que solemos llevar escondido en el fondo del alma y nos lleva a ser incomprensivos e intolerantes con los demás. Si somos capaces de comenzar por comprender que a veces no nos exigimos demasiado a nosotros mismos, entonces tampoco deberíamos ser tan exigentes con los demás. Hay que considerar a las personas tal y como son, respetándolas y aceptándolas, tratando de comprenderlas y dándoles la única respuesta que debemos dar: la del Amor, la tolerancia y la comprensión.
Este defecto en la medida en que se mantiene en nosotros como una característica natural más, sin identificarlo como un defecto que debemos desechar de nuestra personalidad, y mientras que no se trata de superarlo mediante la práctica de la Generosidad y la Caridad, va ejerciendo cada vez más, una mayor influencia sobre el Alma a la que va endureciendo e insensibilizando poco a poco, reduciendo así la capacidad y la amplitud de conciencia. Este defecto es totalmente incompatible con el sentido de la Justicia, con el Amor y con la Caridad.
El egoísmo presenta muchos grados de intensidad y puede aparecer bajo muchos aspectos o variedades, tal como el amor propio, la codicia, el afán de poder, la ambición desmesurada, etc. A su vez todas estas formas o variedades de egoísmo son generadoras de otras clases de defectos humanos ,tal como la envidia, los celos o la crueldad.
Por ejemplo, una forma con la que se presenta frecuentemente, es el Egocentrismo que supone a quien lo tiene, una desviación hacia sí mismo del sentimiento del amor, y como casi todos los defectos morales, este también suele ser ignorado por quienes lo sustentan por falta de autoanálisis.
La persona egoísta se caracteriza porque se suele dedicar a vivir su vida para sí mismo solamente, sin preocuparse por los demás, ni importarle nada el sufrimiento ajeno, así como evitando cualquier ocasión de poder hacer el bien a los demás a quienes nunca está dispuesto a entregar nada suyo, ya sea material o que le pueda suponer algún esfuerzo o prestación de cualquier clase.
En el egoísta el síntoma más evidente de su defecto es el interés personal que muestra siempre hacia sí mismo. El apego que tiene hacia las cosas materiales, demuestra su inferioridad espiritual, porque cuanto mas apegado está a las cosas de este mundo, menos comprende las cosas del mundo espiritual, y cuales son en realidad sus verdaderas metas e intereses. Vemos estos síntomas en esas personas que solo hablan de sí mismos ignorando lo de los demás a quienes ni siquiera dan oídos.
El egoísmo es la
imperfección más difícil de desterrar,
porque está muy ligado con el orgullo y estos defectos que suelen ir juntos,
vienen causados por la
influencia de la materia sobre el espíritu, y esta influencia todavía es muy
fuerte en el actual estado de evolución
en que nos encontramos. Por esto precisamente es que debemos desterrar de
nosotros estos defectos y ayudar a los
demás a que igualmente los superen, pues la evolución espiritual de la
población humana, es responsabilidad de todos y cada uno de nosotros, cuando
somos conscientes de la importancia y necesidad de desterrar estos defectos que
impiden nuestro progreso y felicidad. Y precisamente por esto, es muy
importante que en nuestros niños, cuando aun son muy pequeños y observamos que
llevan en sus reacciones y comportamientos la semilla del egoísmo, vayamos
inculcando las virtudes contrarias: la generosidad y el
placer que se experimenta al ser generoso y altruista, porque si la semilla de
los defectos morales no se corrige desde bien temprano, no con castigos que aun
pueden empeorar más la situación, sino mediante el premio de la alabanza y la
alegría ante una actuación positiva, cada vez estos defectos se irán arraigando más
en su alma, y nuestra labor como padres o educadores se verá enturbiada ante el
fracaso de una incorrecta educación moral.
- Jose Luis Martín-
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¿ POR QUÉ EL DOLOR HUMANO?, ¿QUÉ SENTIDO TIENE ?
Antes de profundizar debemos tener en cuenta que el dolor puede ser físico, psíquico y espiritual o moral, siendo estos últimos mencionados el sufrimiento interior que puede experimentar el alma y la mente humana, mientras que el dolor físico, es consecuencia de nuestra sensibilidad, porque es un aviso necesario de que algo anda mal en nuestro organismo, y un estimulante para la actividad del ser humano.
El dolor nos obliga a reconcentrarnos en nosotros mismos y a reflexionar, ayudándonos a vencer nuestras pasiones, por lo que resulta un camino para el perfeccionamiento espiritual
El dolor que refleja el cuerpo físico puede tener un origen kármico en esta vida o en vidas anteriores, bien por haber llevado una vida desordenada y antinatural, por excesos de alimentación, vida sedentaria, abuso de alcohol o de drogas, abuso y mal uso de la actividad sexual y situaciones desarmónicas en general, causadas por uno mismo.
Los males psíquicos, como las depresiones, las psicosis y las psicopatías, son en gran medida el resultado de tensiones emocionales, sentimientos y actitudes mentales negativas y desacertadas ante la vida, así como de intensos deseos de baja naturaleza. Otras veces, sin embargo, son causadas por un mal Espíritu.
Los males espirituales son las sensaciones de reproche y acusación íntima que el Ser experimenta a través de su conciencia, en forma de angustia y mal estar interior y al que de inmediato se etiqueta como depresión y se intenta soslayar con medicamentos neurológicos que las más de las veces no hacen ningún efecto o si lo hacen es negativo y empeoran aún más la situación. Este mal estar o esa angustia interior, vienen como resultado de haber sido débil ante su propio egoísmo o por cualquier otro sentimiento negativo como el rencor, etc. A veces estos pueden ser tan intensos que pueden generar también sufrimientos psíquicos como la desesperación o una auténtica depresión psíquica.
La base del sufrimiento moral es el apego hacia las personas u objetos hacia los que se siente un afecto mezclado con un sentimiento de posesión cuando se experimenta el miedo a perder esos apegos.
También existen sufrimientos provocados por desequilibrios internos del Ser humano, cuyo origen está en una disfunción entre las demandas del Ser espiritual, y las de su parte material, dando origen a la enfermedad de la Depresión. Esto sucede cuando se provocan ansias psicológicas e infelicidad al no atender el llamado interior del espíritu que a través de la conciencia pide una cosa, mientras que la persona se deja llevar por las tendencias materiales que le inclinan hacia algo bien distinto.
El sufrimiento ante el dolor es obra de la mente, por eso lo trágico de la vida humana no es el dolor o el sufrimiento en sí mismos, sino el tiempo que perdemos mientras nos dedicamos a sufrir o a quejarnos, sin hacer otra cosa, porque nos implicamos en demasía como protagonistas en un problema, abandonando mientras otras realizaciones que tenemos comprometidas. El sufrimiento surge cuando nos enfrentamos al dolor, oponiéndonos a su realidad, y cuanto más se sufre, mas incapacitado se está para afrontar la causa del sufrimiento.
Ante el dolor y el sufrimiento irrevocables, solemos pasar por una serie de etapas que van desde la negación o el rechazo, seguido de la rebeldía contra Dios y contra la vida, hasta que finalmente intentamos una “negociación” y finalmente terminamos con la aceptación de lo que debemos atravesar, al intuir que ahí está precisamente el aprendizaje que esa dolorosa situación nos aporta.
Como antes se expuso, el dolor y el sufrimiento humano, no son un castigo o una venganza divina, sino un reajuste de nuestra conducta y una depuración de nuestro cuerpo espiritual, enfermo y lastrado con las energías negativas originadas por actos contrarios a la Ley del Amor. El dolor proporciona al Ser que lo padece la oportunidad de rescatar deudas del pasado, limpiando mediante el mismo su Cuerpo Espiritual (Periespíritu), y de probarse a sí mismo su fortaleza interior ante las dificultades de la vida.
El dolor supone siempre una señal de alarma porque indica una violación del orden establecido por las leyes que rigen al Ser y a su cuerpo. Es un aviso de que algo va mal o que falla, y si se desoye esta llamada de atención, se intensifica cada vez más y llega a ser muy pertinaz cuando la ley del Amor ha sido violada muy intensamente, extendiéndose ese efecto desagradable, incluso hasta vidas posteriores, con arreglo a la ley de Consecuencias. Cuando violamos las leyes Divinas se produce un desajuste que nos lleva por el dolor a reencontrarnos con nosotros mismos y a reflexionar, indicándonos que nos hemos equivocado con el fin de que rectifiquemos.
Desde un normal punto de vista humano, el dolor es algo negativo que todos rechazamos, pero desde el punto de vista de este conocimiento espiritual sabemos que el dolor no es ni una maldición ni un castigo Divino; cuando se presenta se deben tener en cuenta sus aspectos positivos, tal como la función benéfica para el progreso espiritual y a veces sirve también para ayudarnos a vencer nuestras pasiones, por lo que resulta una herramienta útil para forjar nuestro perfeccionamiento espiritual y nuestra enseñanza moral. Entre las funciones benéficas del dolor, está la de tener un efecto ablandador del alma en personas soberbias, dominantes y orgullosas. Por este motivo, ciertas circunstancias de la vida que calificamos como desgracias, tal como enfermedades incurables o dolorosas, resultan espiritualmente benéficas. Ello no significa que no se deba luchar humanamente por erradicarlas o al menos aliviarlas, y precisamente en ese esfuerzo para prevenir y curar con paciencia y entereza estas enfermedades, es en donde radica su acción benefactora para el Ser.
Además, durante el transcurso de esas enfermedades dolorosas, el Ser usa de su cuerpo físico y psíquico como válvula de escape y de drenaje del magnetismo mórbido que impregna su periespíritu y le incapacita para poder elevarse hasta planos más sutiles .
Por remarcar lo anterior, repito que el dolor y el sufrimiento causados por la enfermedad, suelen ser el resultado de un necesario proceso purificador y depurativo del alma, pero jamás son un castigo de Dios. Otras veces estas enfermedades, dolores y sufrimientos, que se pasan en la vida humana, los elige el Ser desde antes de nacer con el fin de afianzar o conquistar algún valor necesario para su evolución, tal como la resignación, la fe, la esperanza, la bondad, la paciencia, etc. Cuando el dolor y el sufrimiento aparezcan, por muy duro que resulte afrontarlo, debemos aceptarlo considerando que es una oportunidad única y una enseñanza que se nos brinda para nuestro bien espiritual, porque salvo en los casos de aceptación voluntaria de la enfermedad y del dolor para fortalecer el espíritu y evolucionar, las dolencias del cuerpo físico y psíquico tienen una relación directa con el estado enfermizo del alma, y por eso el sufrimiento comienza a partir de un estado mental y anímico desequilibrado, pero significa que se produce un drenaje y un saneamiento del alma.
Además de lo dicho hasta aquí, tengamos en cuenta que el dolor es inevitable cuando llega, pero el sufrimiento depende de nuestra actitud ante el dolor.
En definitiva, podemos estar seguros de que solamente sufrimos o padecemos lo que necesitamos para impulsar nuestra evolución, crear experiencias y aprender en el desarrollo de los sentimientos de bien.
- Jose Luis Martín-
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