INQUIETUDES ESPÍRITAS
1.- El Espiritismo
2.- ¿La idea de la Reencarnación podría ser una superstición?
3-- ¿Qué es la muerte ?
4.- Las Leyes que nos gobiernan (1)
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EL ESPIRITISMO
Nada hay más consolador que el Espiritismo, cuya base es la solidaridad y el amor universal, la caridad y la abnegación más sublimes. El Espiritismo es el faro luminoso que guía nuestra barca en el mar proceloso de la vida al puerto de salvación; es el bálsamo purísimo que cicatriza las profundas heridas de la humanidad; es la síntesis de la creación; el vínculo que une a la gran familia universal. El Espiritismo, dice una profunda pensadora, no es una creencia nueva o imaginaria, como muchos piensan, sino que se conoce desde muy remotos tiempos, o mejor dicho, ha existido siempre, con la sola diferencia que antes, la mayoría de las inteligencias no tenían el suficiente alcance como para comprender el verdadero sentido de las cosas y de ahí los múltiples errores de que siempre ha sido víctima la humanidad, creándose cada cual la religión más conveniente a sus propios deseos.
El abolengo o antigüedad del Espiritismo lo vemos en todos los libros de la antigüedad y en la filosofía de los sabios de todas las épocas. Pitágoras proclamaba la pluralidad de las existencias del alma, y la de Orígenes condenado por su doctrina de la pluralidad de mundos habitados. ¡Espiritismo!, ¡ Espiritismo !, ¡ Tu eres el sol divino a cuyo grato calor germina la semilla de la caridad!, ¡ tu eres la pura esencia del Cristianismo, la emanación directa de Dios !; ¡Bendito, bendito seas!, por ti, ¡oh Espiritismo !, vislumbramos en los horizontes de nuestra inteligencia, la égida divina de la virtud!. ¡ Por ti, ciencia bendecida, aprendemos a conocer la verdad y a practicar las máximas divinas del Evangelio. Tu eres, ¡Oh Espiritismo! ,el fecundo manantial del bien!, ¡el cumplimiento de la ley eterna!, ¡ la esencia de la verdadera religión!, ¡ la gentil palmera que ofrece su sombra bienhechora en el árido desierto de la duda!, ¡ la enciclopedia de las verdades eternas e infinitas que la investigación humana ha podido hasta el día penetrar y conocer!, y has venido a nivelar la frente del hombre y la mujer, y a dar solución racional a los problemas científicos que sin ti, permanecerían en el caos de las hipótesis aventuradas.
Dijo Chateoubriand que la Naturaleza pronuncia una sola palabra en cada siglo. Espiritismo es la palabra más transcendental que ha sonado en el universo, ¿ cómo no?, si es la emanación del Evangelio y se fundamenta en sus sublimes máximas, si cree en Dios eterno, autor de cuanto existe. Omnipotente, Poderoso, Sabio, Inmutable, Verdad, Belleza, Amor, Bien, Misericordia, Bondad y Justicia Infinita.
Cree en Jesucristo, hijo suyo, enviado a nuestro mundo para enseñarnos con su ejemplo a practicar el bien por el bien mismo, para marcarnos el verdadero camino de la virtud, único que puede conducirnos a la felicidad eterna.
Cree en el Evangelio o Nuevo Testamento, sublime código que legó el Redentor a la humanidad; pero puro, despojado de mistificaciones, interpretado en espíritu que vivifica, y no en letra que mata.
Cree en el Alma o Espíritu, como verdadero ser inmaterial, inteligente e inmortal.
Cree en un premio o un castigo moral que se realizan en el espacio material y moral que tiene efecto en los mundos. Que este premio o este castigo, son relativos ala bien o al mal practicados por el hombre y consecuencia de las leyes que reaccionan sobre el mismo espíritu, quedando limitado el sufrimiento al tiempo que dura la reincidencia, no pudiendo ser eterno para no anular la ley ineludible del progreso.
Cree en la pluralidad de mundos habitados y habitables.
Cree en la pluralidad de existencias del alma, o lo que es lo mismo, en la Reencarnación en mundos adecuados al estado de perfección y pureza en que se encuentra como medio para recorrer la escala progresiva de moralidad e inteligencia para llegar al grado de perfección y felicidad que proporciona el conocimiento de Dios.
Cree que todos, absolutamente todos los Espíritus, llegan a poseer dicha felicidad, unos antes y otros después, dependiendo de su voluntad la prontitud en conseguirlo.
Cree en la constante individualización del Espíritu, encarnado por la materia humana; por un mediador plástico o periespíritu, semi-material, fluídico, etéreo e invisible.
Cree en la comunicación del Espíritu libre con el encarnado; relación constante que sirve de instrucción y moralidad, y lleva el consuelo al corazón de la madre, del esposo, del hermano y del amigo.
Tiende a perfeccionar al hombre y a unir a la humanidad en el indisoluble lazo del amor y la caridad.
Reconoce por ley única la Ley de Dios. Tiene por moral la evangélica. Su culto es la verdadera adoración a Dios, en espíritu y en verdad, no en materia y mentira. Su templo es todo el universo. Sus sacerdotes son los hombres virtuosos que enseñan la verdad y el bien, predicando y practicando el Evangelio. Su pontífice Jesucristo. Su lema es, hacia Dios por la caridad y la ciencia: Sin caridad no hay salvación, y sacrificio del hombre por el hombre.
Así es como se ve que la doctrina espírita es demasiado grande para producir la risa de un mortal, y demasiado moral como para merecer el anatema de las religiones cristianas.
¡ Espiritistas de la Tierra !, ¡ unámosnos y bajo la sagrada enseña del Espiritismo difundamos la luz de la verdad, no la escondamos, como dijo Jesús en el Evangelio, porque esto sería egoísta y anti-caritativo. ¡Enseñemos con nuestro ejemplo y nuestras palabras al que no sabe!. ¡ Seamos sufridos en las tribulaciones de la vida, fuertes en las pruebas, resignados cuando nos azote el látigo del infortunio. Seamos humildes, que el que se humilla será ensalzado y el que se ensalza será humillado. Bendigamos a los que nos maldicen y devolvamos bien por mal; trabajemos con asiduidad y constancia y lograremos reunir a la humanidad bajo el frondoso árbol del Espiritismo y a su apacible sombra marchará por las vías del progreso a la cumbre de la perfección.
¡ Espiritistas de la Tierra!, ¡ hermanos míos !. Salud y paz.
- Isabel Peña- ( Art. de la Rev. Fraternidad Cristiana Espírita nº 48)
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Al estudiar seriamente el tema de la reencarnación, en primer lugar se descubre que es un pilar básico y común en la filosofía de la mayor parte de las religiones del mundo, pero no es una simple teoría, sino una realidad demostrada, aunque ignorada y no tenida en cuenta en nuestras sociedades occidentales, tan influidas por el materialismo y por las profundas raíces sociales que las religiones que rechazan esta idea, han mantenido a toda costa a través de las épocas.
Al profundizar en el estudio de la reencarnación, vemos como al ser la existencia de los espíritus, una realidad constatada por la Ciencia, aunque bastante ignorada en occidente por cuestión de la religión dominante en estas latitudes, cuando llega a ser admitida, se puede descubrir tras esta realidad toda una filosofía absolutamente racional, sencilla y profunda, de carácter trascendente, moral y ético, que está basada no ya en una fe religiosa, sino en unas evidencias largamente demostradas y contrastadas aunque, como ya he señalado, ignoradas a propósito por la Ciencia oficial de carácter materialista, y además la idea reencarnacionista está avalada por una racionalidad y por una lógica incontestables. De ahí se comprende el por qué, estos principios cuando son asimilados y comprendidos, pueden mejorar nuestras vidas como Seres humanos, por encima de lo que proponen las religiones a tal efecto, pues estas están solamente basadas en una fe dogmática, ciega y carente de las bases demostradas por la ciencia experimental del Espiritismo.
Nadie se sorprenda de que califique a la ciencia actual, en general, de corte materialista. Esto le supone, como es lógico, negar o cuando menos dudar de la existencia del alma, como el negar o el ser agnóstica en cuanto a la creencia en Dios. Al negar el alma o espíritu, por tanto, es normal que se niegue la reencarnación y se la vea como una superstición más, como tantas otras ideas realmente supersticiosas que circulan. Cuando entre profesionales de la ciencia, alguno se desmarca de las ideas comunes de sus colegas, inmediatamente causa la sorpresa de estos, o las risas y burlas, por lo que el admitir la idea del alma y su reencarnación, se suele ocultar como algo íntimo.
Es de hacer notar, que la filosofía espiritualista que de esta idea se desprende ha podido resistir siempre los embates de las filosofías materialistas que se extienden por todas partes en nuestra época actual, cuando se la ha examinado con una mentalidad coherente y libre de prejuicios y de preconceptos, porque al apoyar el razonamiento filosófico en esta Ley Natural que es la Reencarnación, se suelen hallar respuestas a tantas y tantas cuestiones que antes se encontraban sin solución. Esto tan asombroso nos lleva a comprender que nos encontramos no ya ante una simple teoría, sino ante una asombrosa realidad cada vez más evidente y demostrada, pero que sorprendentemente ha sido tan largamente ocultada, ignorada y desfigurada por las religiones dogmática a través de épocas anteriores, pero la filosofía que se desprende de ella, precisamente nos da las claves para encontrar las respuestas y soluciones a tantos problemas que plantea la vida humana.
Este es un tema que ya ha sido investigado muchas veces con resultados positivos por personajes importantes y prestigiosos dentro del ámbito de las Ciencias y a pesar de las naturales resistencias que la idea ha tenido a nivel de la propia ciencia oficial, cada vez son más los científicos que la respaldan, o al menos la respetan, porque muchos de sus reconocidos miembros en diversas partes del mundo, mediante métodos de comprobación y de investigación, han podido confirmar la realidad de esta ancestral creencia, que como ya se ha dicho, está totalmente demostrada, aunque no reconocida.
También es de señalar que a nivel popular esta idea está actualmente más divulgada y conocida de lo que ha estado nunca, así como también otras leyes y principios unidos a la reencarnación, tal como la Ley de Causa y Efecto, Ley de Afinidad, etc.
Esto nos lleva a afirmar que ,definitivamente, podemos descartar la duda de si se tratará de una superstición más, carente de fundamentos de realidad que la sostenga, aunque alrededor de esta verdad también es muy cierto que se han tejido infinidad de supersticiones, hijas de la ignorancia y de la fantasía.
- Jose Luis Martín -
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¿ QUE
ES LA MUERTE ?
Variadas
pueden ser las repuestas, según los conocimientos y creencias de cada cual.
Para muchos, es el final de la vida, el final de
todo.
Para otros, es un fantasma aterrador que «arbitrariamente» les priva de la vida, de sus placeres y lujos, de sus comodidades o del poder de autoridad que disfrutan. Y a todos éstos, les asusta pensar en lo que pueda haber después de ese accidente.
Para otros, sin embargo, es el descanso, el final de una vida de sufrimientos, entre quienes hay que esperan un más allá feliz, aunque desconocido, y quienes no esperan nada (pero, aún éstos tienen sus dudas).
Muchos esperan ser recibidos en el Cielo, por pertenecer a alguna de las creencias religiosas y haber cumplido con los dogmas y requisitos que la misma establece. Sin embargo, las religiones, por sí mismas, no salvan a nadie; porque todas las religiones y seudorreligiones, con sus rituales y dogmas contrarios a la lógica y a la razón, son creación de los hombres. Al pasar el umbral del Más Allá, al entrar en la cuarta dimensión: ASTRAL, las religiones no tienen valor alguno y sólo cuentan las buenas obras realizadas. La verdadera religión es la que profesó el sublime Nazareno y otros grandes mesías: la religión del amor universal, sintetizada en estas frases: «AMA A TUS SEMEJANTES COMO TE AMAS A TI MISMO», porque «SOLO POR EL AMOR SERA SALVO EL HOMBRE».
Para algunos otros, la muerte es el final de una
jornada más, de la cual llevan un bagaje de conocimientos y experiencias, o de
una misión cumplida, y esperan la muerte con confianza y hasta con deseo;
porque, para éstos, la llamada muerte no es más que el tránsito de una vida a
otra vida plena de actividad y esplendor, es disfrutar de la libertad, libre ya
de la prisión que para el Espíritu es el cuerpo carnal.
Como puede apreciarse, aunque igual en apariencia, cada cual tiene formada una idea diferente de ese trance: acertada o desacertada.
En realidad, la muerte viene a ser el final de una jornada y el comienzo de una nueva vida, para mejor o para peor. según haya sido el comportamiento. Es el fenómeno de la resurrección, ya que el ser real resucita verdaderamente a una vida nueva. Por medio de ese trance, tan temible para algunos, el Ser real, Espíritu, deja el vehículo físico-carnal que ya no necesita ni le sirve para la vida en esa otra dimensión. Diremos, desencarna.
Ahora bien. Debemos tener presente que, al cruzar el umbral de entrada en esa otra dimensión desconocida (desconocida para la gran mayoría, por haber sido ocultada y su divulgación perseguida por los convencionalismos), llevamos los mismos pensamientos y sentimientos, creencias y tendencias, amor u odio, y deseos que mantenemos en la vida humana.
De inmediato se produce una turbación que varía mucho en cada caso, es un oscurecimiento de las facultades mentales, como cuando encarnó, pero más bien corto, aunque depende de la condición moral. Esto acontece en la generalidad de los casos por enfermedad; pues, en las muertes violentas, es muy diferente. Los seres ya muy progresados, despiertan momentos después de entrar el cuerpo físico en estado de coma y agonía (muy suave y apenas perceptible en los buenos), surgiendo a la vida espiritual y asisten conscientes a la extinción de la vida de su cuerpo carnal, elevándose seguidamente a las moradas celestes, cuyo resplandor ya vislumbran. Pero para los egoístas, malvados y aquellos apegados a la vida material, esa turbación puede durar mucho tiempo, años, según haya sido su vida. Y aquellos que sólo hayan vivido para los placeres de los sentidos, acumulación de riquezas y poder mal habidos; los hipócritas, malvados y criminales en
diversas clases sociales; todo aquél que haya abusado de su autoridad, haya engañado o estafado, etc.; son los que sufren mayor turbación, despertando en una oscuridad tenebrosa, denominada también tinieblas, y en las cuales pasan sumidos por un tiempo que varía también en cada caso, y que es causa de la desesperación que es de suponer.
En muchos casos, estas tinieblas van acompañadas de horribles visiones y sufrimientos, cuyo fin no pueden vislumbrar. Y aquí es... " el llanto y el crujir de dientes " a que se refiere el Evangelio.
EL ALMA COMIENZA, ENTONCES, A PENETRAR EN LA ESENCIA DE LA LEY DE CONSECUENCIAS, ENCONTRANDO EN SI MISMA LOS RESULTADOS DE SU VIDA FINITA.
¡Cuánto pesan las creencias equivocadas al pasar
ese umbral!
¡Cuántos van engañados con promesas de salvación
gratuita que no pueden ser cumplidas! ¡Qué doloroso despertar les espera!
Sólo la práctica del bien, las buenas obras practicadas con verdadero amor en nuestro diario vivir, serán las que únicamente podrán salvar el alma de los sufrimientos al pasar el umbral, y elevarse hacia las moradas de felicidad.
La llamada muerte, ese trance inevitable, suave en unos y doloroso en otros, no cambia en lo más mínimo la condición psicológica del ser; ni puede transformar un ser inferior en superior. En este aspecto, sigue vibrando en la misma tónica; más cuanto que, en muchas de las veces, ni se percata que ha fallecido (especialmente los materialistas y negadores de la supervivencia del alma), hasta pasar un tiempo que varía mucho en cada caso.
Necesario es quitar de la mente, ese concepto
del «descanso eterno«, esa creencia en el eterno descanso del alma; ya que, la
mente humana jamás descansa. La muerte no existe como realidad; pues, todo
individuo sigue existiendo como ente real, toda vez que sigue pensando y
sintiendo. «Cogito, ergo sum» —de Descartes. Pienso, luego existo. La muerte
existe como trauma psicofisiológico, como fenómeno transitorio de una modalidad
de vida a otra, de un cambio o tránsito de una vida vegetativa a una modalidad
diferente de vida espiritual, al igual que la metamorfosis de la crisálida en
mariposa. Es un acto de liberación del Espíritu, que vuelve a la vida del
espacio, a la cual pertenece, vida más real que esta vida física actual;
contrario al nacimiento, que es una prisión por un tiempo, pero necesaria como
vía de progreso. Porque, en realidad, la vida del Espíritu es en el espacio.
Sebastián
de Arauco.
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Como ya podéis imaginaros y acorde a la filosofía que nos anima, me estoy refiriendo a las leyes espirituales establecidas en su momento por el Creador, henchidas de sabiduría y que sirven para ordenar el cosmos, asegurar su funcionamiento y aplicar la equidad sobre nuestras vidas.
En lo fundamental, son dos y las demás se subordinan a estas:
*Ley de causa-efecto o
de acción-reacción
*Ley del progreso
La primera de ellas es relativamente fácil de entender ya que, desde pequeños y al estudiar física, sabemos que a toda acción le sigue una reacción o, en otras palabras, que toda causa genera un efecto. De aquí se deriva que no puede haber efectos sin causas.
¿Por qué la luz tarda algo más de ocho minutos en llegar desde el Sol a la Tierra? (efecto). Por la velocidad de la misma y por la distancia que ha de recorrer (causa), o sea, tiempo = espacio/velocidad.
¿Por qué aquel hombre murió en accidente de tráfico? (efecto). Porque conducía su vehículo a 192 km/h, tenía una tasa de alcohol de 1.2 g. en sangre y se empotró contra un muro (causa).
¡Elemental! ¿Verdad? Pues sí. Lo que ocurre es que cuando hablamos de otros aspectos no tan evidentes de la vida humana, la cosa no se nos muestra como tan inmediata, pero eso no impide que la legislación divina continúe con su inexorable curso. Veamos. Si yo cometo una mala acción sobre alguien, lo lógico (aplicando la comentada ley), es que alguien también realice esa misma acción sobre mí. A veces, es muy evidente. Golpeo a mi vecino y él me responde con una patada. Empiezo a gritarle a mi esposa en una discusión y ella también comienza a chillarme. Invito a un amigo a comer a casa y él hace lo mismo pasadas unas fechas. Siguen siendo conductas simples y sencillas de entender.
El problema surge cuando no vemos de forma directa los efectos de nuestras causas. Ahí reside la dificultad, en que la ley de acción-reacción no siempre se ejecuta de manera rápida o inmediata en el tiempo. Cuando pasado un período contemplamos los efectos, quizá incluso hayamos olvidado dónde estuvo el origen de todo lo que nos está ocurriendo. Esto explica, por ejemplo, que personas que están continuamente sembrando insidias, generando malestar en los que conocen o causando daño en sus semejantes terminen sus días aparentemente felices en la cama de su hogar y rodeados por su familia, sin al parecer haber recibido los efectos de las causas por ellos originadas.
Comprendo que este tipo de supuestas “injusticias” sirvan de coartada a muchos, para así negar la existencia de los mecanismos reguladores a los que estamos aludiendo. Tranquilos. La vida humana es eterna, perece el envoltorio carnal que sirve de “traje” al espíritu, pero este habrá de retornar en su fecha a la existencia física y será entonces cuando la ley de causa-efecto prosiga su curso. Pues ¿qué es una vida en este plano sino un soplo? Para eso existe el mecanismo de la reencarnación, entre otras cosas para asegurar el cumplimiento de los preceptos divinos universales que a todos nos afectan. Si creemos firmemente en la supervivencia del espíritu, no podemos negar que el fenómeno de volver a nacer en un nuevo cuerpo es el único que permite en el tiempo la ejecución de la citada ley. Queda claro pues, que la dilación en lo temporal no impide que se obtenga una reacción proporcional a la acción emprendida en su día.
Contamos con un problema añadido. La influencia cultural e histórica de nuestro entorno nos empuja muchas veces a catalogar de forma simplista determinadas acciones como “buenas” o “malas”, de lo que deducimos rápidamente basándonos en un juicio subjetivo que a lo positivo debe seguirle algo positivo y lo mismo con las causas negativas. Pero detengámonos en un aspecto importante. La ley de acción-reacción es objetiva, no nos habla de criterios humanos sometidos inevitablemente a la parcialidad. De ser así, cada uno, acorde a su entendimiento, podría aplicar su propia “justicia” a la hora de conceptuar cualquier acción. Este precepto, su funcionamiento y aplicación deben estar garantizados directamente por voluntad divina para evitar cualquier tipo de desafuero al respecto. Por explicarlo con palabras rudimentarias pero claras, si planto semillas de tomates recogeré tomates y no patatas. Y si arrojo una cerilla encendida a un charco de gasolina, el combustible arderá. Podrá gustarnos más o menos pero no por ello los efectos van a dejar de producirse, lo cual nos lleva a la conclusión de que podemos vivir con total serenidad. La justicia de Dios está garantizada por “ley” (nunca mejor dicho), y debemos tener la absoluta certeza de que acorde a la siembra que realicemos a través de nuestras decisiones así será lo que recojamos tarde o temprano, puede que en esta vida, puede que en otra venidera.
Nada de lo que emprendemos en nuestra biografía, por muy insignificante que nos parezca, permanece sin generar consecuencias. En función del carácter de nuestras actuaciones así serán los resultados. Y… ¿hacia dónde deben ir encaminadas nuestras acciones? Esta pregunta será materia del siguiente artículo donde abordaremos la gran segunda ley universal: la ley del progreso.
…continuará en la siguiente publicación .....
- Jose Manuel Fernández-
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