INQUIETUDES
1.- La supervivencia del ser
2.-El salto de Kierkegaard
3.- El más grande en el mundo de los espíritus.
4.- Miedo a perder
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El salto de Kierkegaard
Un escalador solitario que intenta escapar de una ventisca durante la noche en la montaña que había escalado, pierde el equilibrio, cae al abismo y luego es salvado por la cuerda de seguridad que tiene anclada en la roca helada. Suspendido de la cuerda, en completa oscuridad, sin poder regresar y sin conocer la profundidad del abismo, permaneció allí, en una angustiosa espera, porque sabía que el intenso frío lo mataría en pocas horas y que la única alternativa a esta muerte lenta sería liberarte de la cuerda y saltar a una muerte rápida.
Vencido por el terror, en esa vigilia que parecía no tener fin, escucha una fuerte voz que, superando el temible ruido de la ventisca, resuena con autoridad en su mente, determinando: - Salta, salta y te salvarás.
Varias horas más tarde, cuando volvió la luz del día y amainó la tormenta, un equipo de rescate encontró al trágico personaje ya sin vida, todavía aferrado a su cuerda y con los pies suspendidos en el aire a sólo dos pies sobre tierra firme.
La fe lo invitó a dar un salto salvador, pero en esos momentos de angustia y soledad prevalecieron los argumentos de la razón. Éste lo atraía con la posibilidad, remota es cierto, de sobrevivir al frío y ser rescatado.
Este episodio emblemático, cuyo origen no recuerdo, nos sitúa ante el problema de la fe que, a juicio del pensador danés Soren A. Kierkegaard (1813-1855), es definitivamente una forma de existir que nos pone en relación con el absurdo. . Para él el acceso a la verdad suprema depende de la creencia en el absurdo, en lo que Pablo de Tarso llamó “locura”. Por eso hay que decir “Yo creo porque es absurdo”.
La angustia que acompaña a la fe quedaría ilustrada, en opinión de Kierkegaard, en el episodio bíblico en el que Dios pide a Abraham que sacrifique a su único hijo Isaac para demostrar su fe, que, según la ética humana, es absurda e inhumana. Abraham no dudó: aceptando el absurdo de la exigencia divina, saltó de la razón y la ética al plano de lo absoluto, terreno en el que el entendimiento es ciego. Para este pensador, la fe cristiana es superior a la ciencia porque indica la más alta certeza, una certeza que remite a la paradoja, por tanto, a lo improbable. La fe representa así un salto a la oscuridad y, como la creencia es inseparable de la angustia, para Kierkegaard el temor de Dios es inseparable del temblor.
Los episodios que ilustran esta reflexión pueden apreciarse de dos maneras. La visión fideísta , despreciando la razón y privilegiando la fe en el conocimiento de las verdades, aprobará ciertamente la obediencia de Abraham y lamentará la desobediencia del escalador. En cambio, una visión racionalista , librepensadora y hasta nuestro conocido “sentido común”, considerará perfectamente razonable la resistencia del desafortunado escalador al mando de esa voz, al mismo tiempo que se horrorizará ante la orden absurda e inhumana dada a Abraham que, por eso, debes ignorar.
La confrontación entre estas dos visiones, que representan momentos diferentes en la historia del pensamiento humano, es evidente. La visión medieval, teocéntrica, en la que la fe es ante todo sumisión, obediencia, es cuestionada, desde el Renacimiento, por el racionalismo humanista. El hombre, un adolescente rebelde, propone a Dios un nuevo contrato en el que la sociedad sustituye a la obediencia ciega, pues “ya no acepta creer con los ojos cerrados, porque quiere saber con los ojos abiertos”. Se descubre así como el hijo legítimo de Adán que renunció al paraíso por la libertad de elegir, de errar, de crecer.
A partir de este momento, la necesidad de una síntesis se vuelve cada vez más imperiosa. Para ello, sin embargo, sería necesario cambiar la forma de ver el fenómeno, adoptando un razonamiento dialéctico en lugar de uno lógico.
El Espiritismo surge en el momento histórico en que se hace posible esta síntesis. El fideísmo tuvo muy pocos defensores y, en cambio, mucho menos la pasión por la razón como única forma de conocer la realidad.
El periodista Luiz Signates en un excelente y fundado artículo nos habla de la conciliación, en el Espiritismo, de estos conceptos antagónicos que se conjugan en la explicación de la realidad, resultando en una fe abierta, dialógica, que forma un par dialéctico inseparable de la razón.
El carácter sintético del Espiritismo, tan bien destacado por León Denis, se hace evidente en el concepto de “fe razonada” que Kardec incorporó al pensamiento espírita.
La visión dinámica y librepensadora que ofrece el Espiritismo nos invita enfáticamente a superar dialécticamente el conflicto entre la postura de sumisión alienante del fideísmo y la arrogancia racionalista, con lo que José Herculano Pires llamó fideísmo crítico , es decir, nuestra fe razonada.
Analizando la aparente paradoja de esta expresión en La revolución de la esperanza , el psicoanalista Erich Fromm dice que la fe es irracional cuando es sumisión a una cosa determinada que se acepta como verdadera sin importar si es verdad o no. El elemento esencial de esta fe es su carácter pasivo. Por otro lado, la fe racional se refiere al conocimiento de lo real que aún no ha nacido; se basa en la capacidad de conocimiento y comprensión que penetra en la superficie y ve el núcleo. La fe racional, continúa, no es previsión; es la visión del presente en estado de gestación; es certeza sobre la realidad de la posibilidad.
Resumiendo el modo en que el Espiritismo aborda el problema de la fe, podríamos decir, parafraseando a Herbert Spencer, que “hay un alma de razón en las cosas de la fe y un alma de fe en las cosas de la razón”.
Cuota
( Artº tomado de CEPPA )
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EL MÁS GRANDE EN EL MUNDO DE LOS ESPÍRITUS
El poder y la consideración de que ha disfrutado un hombre en la Tierra ¿le otorga una supremacía en el Mundo de los Espíritus?
- No, porque en él los pequeños serán ensalzados, y los grandes, humillados.- Lee los Salmos.
275 a. ¿Cómo debemos entender ese ensalzamiento y esa humillación?
- ¿No sabes tú que los Espíritus pertenecen a diversas graduaciones, según su mérito? Pues bien, el más grande en la Tierra puede hallarse en la última categoría entre los Espíritus, al paso que su servidor estará en la primera. ¿Comprendes esto? ¿O acaso no dijo Jesús: Todo aquel que se humille será elevado, y todo aquel que se eleve será humillado?.
EL LIBRO DE LOS ESPÍRITUS
ALLAN KARDEC.
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MIEDO A PERDER
Antônio Roberto Soares
Uno de los mayores obstáculos para una vida plena, armónica, expresiva y significativa, es el miedo a perder; sobre todo, el miedo de perder a alguien, el miedo de perder a alguien que nosotros decimos que amamos, el miedo a perder la pareja, a los hijos, a los amigos, al patrón, al empleado, al cliente.
Esta emoción es la principal responsable por nuestro sufrimiento vital. El miedo de perder es el miedo de que nos volvamos indispensables para la persona con la cual nos relacionamos. El miedo de perder se reviste de mil y una formas, aparece bajo mil disfraces: miedo de ser criticados por alguien, miedo de que hablen mal de nosotros, miedo de que nos humillen, miedo de ser abandonados, miedo de ser rechazados, miedo de no ser importantes, miedo de no ser ilustres, miedo de ser menospreciados, miedo de no ser amados, miedo de la soledad. Y todo esto puede ser designado más claramente con una palabra: celos.
Los celos es el miedo de no tener a alguien, de no poseer a alguien, de no venir a ser dueño de alguien. En la relación celosa, nos colocamos nosotros y al otro como objetos.
En este tipo de relación, persona y objeto son la misma cosa. En los celos, tenemos miedo de ser algún día considerados inútiles, y dispensables para la otra persona.
Esta es la emoción del sufrimiento, la emoción suplicante, la emoción de la relación confusa, dependiente. Y lo que lo empeora es que en nuestra cultura aprendemos a mirar los celos como señal de amor. Y los celos son justo lo contrario.
Los celos son lo contrario del amor. En la relación amorosa, existe identidad: "Yo soy, independiente de ti!" En la relación celosa, por otro lado, se pierde la identidad: "Yo, sin ti, no soy nada. ¡Eres todo para mi!"
El amor es independiente, es libre, viene de quererse íntimamente, está directamente relacionado al sentido de libertad, de la opción, de la elección. Los celos prenden, atan, condicionan, determinan.
"Con esta emoción, Yo ya no soy. Yo; soy lo que lo otro quiere que Yo sea. Y Yo soy lo que el otro quiere que Yo sea, para que él también sea lo que Yo quiero que sea."
En los celos, hay un pacto de destrucción mutua, en que cada cual usa al otro, como garantía de que no estará solo: "Yo me abandono para que el otro no me abandone, Yo me desprecio para que el otro no me desprecie, Yo me falto al respeto, para que el otro no me falte al respeto, Yo me destruyo, para que el otro no me destruya.
Los celos son el miedo de no ser indispensable a alguien, y lo más grave quizás esté aquí: pasamos la vida entera con miedo de volvernos para los otros algún día, lo que nosotros ya somos ahora, - totalmente dispensables.
El hombre es, por definición, dispensable, transitorio, efímero, de paso, - y esto es bastante real.
En todas las relaciones que tenemos hoy somos reemplazables
El mundo siempre existió sin nosotros, sigue existiendo y sé que continuará existiendo sin nosotros. Somos necesarios aquí y ahora, pero seremos dispensables antes y después. El miedo de ser dispensable a alguien es el mismo miedo a la muerte, que también es real. El miedo de la muerte es por celos de la vida. Es la voluntad falsa, irreal, de ser permanentes y inmutables. El miedo de perder nos lleva a entender que las cosas solamente valen la pena si son eternas, permanentes, durables. Una relación solamente tiene valor, en este caso, si tenemos garantía de que siempre será así como es. Y como todo es transitorio, como todo es mutable, como todo es de posible transformación, el miedo de perder nos lleva a un estado continuo de sufrimiento.
Las consecuencias de los celos son muy claras: "Si yo tengo miedo de que me abandonen, de volverme dispensable para alguien, de que no me amen, en lugar de ser cada vez mejor, voy gastar toda mi vida, todas mis energías para probar a los otros que Yo soy lo máximo, lo mejor, que soy el primero.
En vez de empeñar esfuerzos para ser un marido, por ejemplo., cada vez mejor, un hijo cada vez mejor, una pareja cada vez mejor, un padre o madre cada vez mejor, un chef cada vez mejor, una empleada cada vez mejor, Yo gasto mis energías para enseñar a mi pareja, a mis amigos, a mis hijos, a mi pareja, a mi chef, a mi empleado, que Yo soy el mejor padre del mundo, lo que es mentira; el mejor marido del mundo, lo que es mentira; el mejor amigo del mundo, lo que es mentira; el mejor chef del mundo, lo que es mentira; el mejor empleado del mundo, lo que es mentira!"; y así en adelante.
Los celos nos conducen al delirio de la omnipotencia. Nuestros actos, nuestras iniciativas, nuestra conversación, o nuestro comportamiento, o nuestras consideraciones, son para mostrar a los otros que nosotros somos buenos, fuertes, capaces y perfectos. Aquí está la diferencia básica, fundamental, entre el miedo de perder y las ganas de vencer.
El miedo de perder es así: "Si no ganamos, nadie nos va a querer. Gastaremos todas energías para defender lo que nosotros ya poseíamos, para conservar lo que ya ganamos. Nosotros ya llegamos al punto máximo, solo tenemos que perder". La voluntad de ganar, por otro lado, es así: "Estaremos siempre activos, descubriendo las oportunidades de victoria.
Procuraremos ganar cada vez más, en vez de preocuparnos con posibles pérdidas. Lo que nosotros tenemos de más sagrado es nuestra propia vida, y esta, nosotros la vamos perder de todas formas.
Todas las otras perdidas son secundarias. El miedo de perder es reactivo, defensivo, justificativo. Las personas celosas están siempre con un pie atrás y otro adelante.
Siempre precaviéndose para no perder, siempre preparando, siempre conservando. Las personas con ganas de vencer están siempre activas, siempre optando, arriesgando. El miedo de perder es la vivencia del futuro, es la vivencia anticipada del futuro, es preocupación.
Las ganas de vencer, por otro lado, es la vivencia del presente, es la vivencia de la belleza del presente. En todo, a cada momento, existen riesgos y existen oportunidades. En el miedo de perder, la persona solamente ve los riesgos. En las ganas de vencer, la persona ve los riesgos pero, sobre todo, ve también las oportunidades. Cada momento de la vida es un desafío para el crecimiento.
Las gana de vencer, a la que nos referimos, no significan ganar a alguien, sino vencerse a si mismo, ser cada vez más, estar siempre dispuesto a dar un paso adelante, estar siempre dispuesto a crecer un poco más.
Es importante tener siempre presente que hoy podemos crecer un poco más de lo que éramos ayer; descubrir que nadie llegó a su limite máximo, y que la edad adulta no significa que llegamos al máximo de nuestra potencialidad.
No existe persona madura. Existe, si, la persona en maduración. Todo nuestro sufrimiento viene de una paralización del crecimiento personal y cada uno de nosotros sabe muy bien donde se paralizó, en donde nuestra energía está bloqueada, en donde no está habiendo expansión de nuestra propia energía.
Todavía no vimos, hasta hoy, una relación en el deterioro, entre una presencia fuerte de los celos, por el deseo de ser dueños de otra persona, de una ansia de más poder y control sobre los pensamientos, los sentimientos y las acciones de la persona a quien decimos querer. Los celos son la enfermedad del amor, son un profundo desamor a si mismo y, consecuentemente, un desamor al otro.
Por los celos, se establece una relación dominador/dominado. Los celos son el dolor de la incertidumbre con relación a los sentimientos de alguien en el futuro. Son la rabia de no poseer la seguridad absoluta de la relación, del futuro. Son la tristeza de no saber lo que va pasar mañana. Por cierto, lo que duele en los celos es la inseguridad del futuro, es la inseguridad de lo desconocido.
La locura esta ahí: ¡Pasamos la vida entera intentando conseguir lo que jamás conseguiremos - seguridad! La seguridad no existe, no existe nada. Ser seguro no significa acabar con la inseguridad, pero si aceptarla como inherente a la naturaleza del hombre. Nadie puede acabar con el riesgo del amor. Por esto, solamente es posible estar en estado de amor, si sabemos estar en estado de riesgo.
Desperdiciamos el único momento que tenemos, que es el ahora, en función de un momento inexistente, el futuro. Parece que las personas solamente valen para nosotros en el futuro. Nosotros no disfrutamos hoy la relación con la pareja, con los hijos, con los amigos, sufriendo con la posibilidad de un día no ser queridos por ellos.
El hijo, por ejemplo, parece que solamente nos es importante mañana, cuando haya crecido, se haya formado, cuando se case, cuando trabaje, etc. Hasta hoy todavía no conocemos un padre preocupado con el futuro de los hijos que estuviese jugando con ellos. En general, no tiene tiempo porque están muy preocupados en asegurarles un futuro brillante.
Los celos son la incapacidad de vivenciar hoy la gratuidad de la vida. Hoy es el primer día del resto de nuestras vidas, queramos o no. Hoy estamos empezando, y vivir es considerar cada segundo de nuevo.
Cada día tiene su propio cuidado o como diría Jesús: - A cada día le basta su propia contrariedad" (Mt 6, 33).
El miedo de aquello que me puede pasar quita mi alegría de estar aquí y ahora, el miedo de la muerte me quita las ganas de vivir, el miedo de perder alguien me quita la belleza de estar con él ahora.
Por cierto, cuando tenemos miedo de perder a alguien, es porque imaginamos que las personas sean nuestras. Nadie puede perder lo que no tiene y nosotros sabemos que nadie es de nadie. Cada persona es única y exclusivamente de ella misma. Esta es otra falsedad. Podemos perder un libro, un mechero, una baraja, una bolsa, pero jamás un ser humano.
El sinónimo del miedo de perder, es la obsesión del primer lugar. ¿ Qué es la obsesión del primer lugar? Es empeñarnos en hacer para los otros la tarea imposible de ser siempre los primeros en todos los lugares y en todas las circunstancias.
Se es en casa, queremos ser el primero; en el trabajo, queremos ser el primero; en una reunión, queremos ser el primero; en el fútbol, queremos ser el primero; en un asunto especifico, queremos ser el primero; y en otro asunto cualquiera, siempre el primero.
El primer lugar es opaco, triste, al paso que el segundo lugar está lleno de esperanza, es fértil, pues cuando alguien llega a la cumbre de la montaña, solamente le resta un camino: empezar a bajar.
En el segundo puesto, todavía tenemos para donde ir, para donde crecer. La posición de segundo lugar nos lleva al crecimiento, al crecimiento continuo.
¿Por que tú no te estableces en el segundo puesto, aun cuando esté ocupando socialmente y eventualmente el primer lugar? El segundo lugar, no en relación al prójimo, pero sí en relación a ti mismo, o sea, todavía tenemos por donde crecer y mejorar. ¿Tu sabes por que el mar es tan grande, tan inmenso, tan poderoso? Es porque ha tenido la humildad de colocarse algunos centímetros abajo de todos los ríos del mundo. Sabiendo recibir, se volvió grande. Si quisiera ser el primero, algunos centímetros por encima de todos los ríos, no seria el mar, sino una isla. Toda su agua iría para los otros y él estaría aislado.
Y, además, la perdida hace parte, la caída hace parte, la muerte hace parte. Es imposible vivir satisfactoriamente si no aceptarnos la perdida, la caída, el error y la muerte. Precisamos aprender a perder, a caer, a errar y a morir. No es posible vencer sin saber perder, no es posible andar sin antes caer, no es posible acertar sin saber errar, no es posible vivir sin saber morir. En otras palabras, si tenemos miedo de caer, andar será mucho mas doloroso; si tenemos miedo de la muerte, la vida es muy molesta; si tenemos miedo de la pérdida, el engaño nos llena de preocupaciones.
Esta es la figura del fracasado dentro del éxito. Personas que cuanto más ganan, cuanto más mejoran en la vida, más sufren. Para la persona que tiene miedo de quedar pobre, cuanto más dinero tiene más preocupado se queda; para la persona que tiene miedo del fracaso, cuanto más sube en la escala social, más desgraciada es su vida.
Por otro lado, si tú comprendes lo que es perder, caer, errar, nadie te controlará más. Pues lo máximo que te puede pasar a ti es caer, es errar, es perder, y esto tú ya lo sabes.
Bien aventurado aquellos que ya consiguen recibir, con la misma naturalidad, la ganancia y la perdida, el acierto y el error, el triunfo y la derrota, la vida y la muerte.
Desarrollo del Comportamiento nº 2
Traducido y adaptado por Cassio Lopes,
basado en la obra “Desenvolvimiento Comportamental”
Readaptación: Oswaldo E. Porras Dorta
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